- Los barcos RFA Argus –en la foto– y Dixmude no son hospitales flotantes sino buques de guerra. El RFA Argus (A135) es un antiguo portacontenedores utilizado por la Royal Navy británica en la guerra de las Malvinas –en 1982–, transformado después en buque de entrenamiento aeronaval y equipado en 1991 con un hospital de campaña para su uso en la primera guerra del Golfo, pero porta armamento de guerra y está equipado para recibir helicópteros de combate WAH-64 Apache, lo cual lo excluye de la protección que la Convención de Ginebra concede a los servicios de salud. Tampoco cuenta con esa protección el buque francés Dixmude (L9015), un portahelicópteros de la clase Mistral equipado para acciones de asalto anfibio.
Los 30 ministros de Exteriores de los países miembros de la OTAN, reunidos el 2 de abril en una videoconferencia, encargaron al general estadounidense Tod Wolters, Comandante Supremo de las fuerzas de la OTAN, «coordinar el apoyo militar para combatir la crisis del coronavirus».
Estamos hablando del mismo general que, el 25 de febrero, declaraba ante el Senado de Estados Unidos que «
las fuerzas nucleares apoyan toda operación militar estadounidense en Europa» y que además se ha declarado partidario de «
una política flexible de primera utilización» del armamento nuclear. En otras palabras, este general estadounidense es un adepto del ataque nuclear sorpresivo [
1].
El general Wolters es Comandante Supremo de la OTAN y, al mismo tiempo, comandante de las tropas de Estados Unidos en Europa, lo cual quiere decir que forma parte de la cadena de mando del Pentágono, cuyas órdenes tienen para él la prioridad absoluta. Un episodio muy reciente confirma la rigidez de esa cadena de mando: el capitán Brett Crozier, comandante del portaviones estadounidense USS Theodore Roosevelt (CVN-71), fue destituido hace solo días por haber violado el secreto militar al solicitar ayuda para su tripulación, ante la aparición de varios casos de coronavirus a bordo del portaviones.
Ahora, para «combatir la crisis del coronavirus», el general estadounidense Wolters dispone de «corredores preferenciales para vuelos militares a través del espacio aéreo europeo», hoy prácticamente desierto de vuelos civiles.
También utilizan corredores aéreos preferenciales los bombarderos estratégicos estadounidenses de ataque nuclear B-2 Spirit. El 29 de marzo, despegando de Fairford (Inglaterra), esos aviones, acompañados de cazas F-16 de Noruega, volaron sobre el Ártico hacia el territorio ruso. Según el general Basham, de las fuerzas aéreas de Estados Unidos en Europa, de esa manera «podemos responder con rapidez y eficiencia a las amenazas en la región, mostrando nuestra determinación a llevar nuestro poderío de combate hasta cualquier lugar del mundo».
Mientras que la OTAN se dedica a «combatir el coronavirus» en Europa, dos de los principales miembros europeos de esa alianza militar –Francia y el Reino Unido– envían buques de guerra al Mar Caribe.
En efecto, el navío francés de asalto anfibio
Dixmude (L9015) de la clase Mistral zarpó el 3 de abril de Tolón –en el sur de Francia– hacia la Guayana Francesa en lo que el presidente francés Emmanuel Macron definió como «
una operación militar sin precedente» bautizada “
Resilience”, supuestamente vinculada a la «
guerra contra el coronavirus» [
2]. El
Dixmude puede desempeñar un papel secundario como punto de atención médica con 69 camas, 7 de ellas equipadas para cuidados intensivos. Pero el papel esencial de ese gran navío de guerra francés de la clase Mistral es el de portahelicópteros –con casi 200 metros de eslora (o sea, de largo) dispone de una pista de despegue y aterrizaje de 5 000 metros cuadrados [puede transportar 16 helicópteros pesados o 35 helicópteros ligeros]– y unidad naval de asalto anfibio. Ya posicionado cerca de la costa “enemiga”, puede atacar con decenas de helicópteros y barcazas de desembarco capaces de transportar tropas y vehículos terrestres blindados.
Aunque es algo más pequeño que el navío de guerra francés, el buque británico
RFA Argus (A135) tiene características similares. El
RFA Argus zarpó el 2 de abril hacia la Guyana británica [
3].
En definitiva, estos dos barcos de guerra europeos van a posicionarse en aguas del Mar Caribe, cerca de Venezuela, hacia donde confluye una flota estadounidense –que incluye varios buques de ataque costero– enviada por el presidente Trump, oficialmente para “bloquear” el narcotráfico. Trump acusa al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, de «aprovechar la crisis del coronavirus para incrementar el tráfico de droga mediante el cual financia su narcoestado».
El objetivo de toda esta operación, respaldada por la OTAN, es cerrar la tenaza del “embargo” que estrangula la economía de Venezuela, país que cuenta con las mayores reservas mundiales de petróleo y que hoy enfrenta también la crisis del coronavirus.
El objetivo final es derrocar al presidente Maduro –democráticamente electo por el voto popular pero por cuya cabeza Washington está ofreciendo una recompensa de 15 millones de dólares– e instaurar en Venezuela un régimen que pondría ese país nuevamente bajo la dominación de Estados Unidos [
4].
No puede excluirse la posibilidad de un incidente que sería utilizado como pretexto para invadir Venezuela. La crisis del coronavirus crea condiciones internacionales favorables para la realización de una operación de ese tipo, que sería presentada además como «humanitaria».
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