- Las Guerras del Opio representan el paradigma del colonialismo británico. Londres no trató de dominar a la población china en el plano político sino sólo de explotarla en el plano económico. Para imponer a los chinos el consumo de la droga, la reina Victoria desató contra ellos dos guerras que acabaron con varios millones de vidas.
Reunidos ante el consulado británico en Hong Kong, cientos de jóvenes chinos cantan God Save the Queen y reclaman que «Gran Bretaña salve a Hong Kong», llamado recogido al vuelo en Londres por 130 parlamentarios que proponen otorgar la ciudadanía británica a los residentes en la ex colonia. Se trata así de presentar al Reino Unido, ante el mundo y sobre todo ante la juventud, como garante de la legalidad y de los derechos humanos. Pero para eso, se intenta de borrar la Historia.
Por consiguiente, es necesario ante todo conocer los hechos históricos de la primera mitad del siglo 19 que llevaron a que el territorio chino de Hong Kong se convirtiera en una colonia británica.
Para penetrar en China, gobernada entonces por la dinastía Qing, Gran Bretaña recurrió al comercio del opio, transportando esa droga por vía marítima desde la India, donde los colonialistas británicos monopolizaban su producción. El consumo del opio se extendió rápidamente en China, provocando graves daños económicos, físicos, morales y sociales, que naturalmente suscitaron la reacción de las autoridades chinas. Pero cuando las autoridades chinas confiscan y queman los cargamentos de opio en Cantón, las tropas británicas inician la primera Guerra del Opio, ocupando esa ciudad china y otras localidades costeras y forzando China a firmar el Tratado de Nankín.
El artículo 3 del Tratado de Nankín estipula:
«Siendo evidentemente necesario y conveniente que súbditos británicos dispongan de puertos para sus navíos y comercios, China cede para siempre la isla de Hong Kong a Su Majestad la Reina de Gran Bretaña y a sus herederos.»
El artículo 6 estipula:
«Dado que el Gobierno de Su Majestad británica se ha visto obligado a enviar un cuerpo expedicionario para obtener la compensación por los daños provocados por el violento e injusto proceder de las autoridades chinas, China acepta pagar a Su Majestad británica la suma de 12 millones de dólares por los gastos ocasionados.»
El Tratado de Nankín fue el primero de los «Tratados Desiguales» mediante los cuales las potencias europeas (Gran Bretaña, Alemania, Francia, Bélgica, Austria e Italia), la Rusia de los zares, Japón y Estados Unidos se arrogaron en China, a punta de bayoneta, una serie de privilegios, como la cesión de Hong Kong a Gran Bretaña en 1843, la fuerte reducción de los impuestos sobre las mercancías extranjeras (precisamente en momentos en que los gobiernos europeos instauran barreras aduanales para proteger sus propias industrias), la apertura de los principales puertos chinos a los navíos extranjeros y el derecho a disponer de áreas urbanas bajo administración extranjera (las llamadas «concesiones»), que escapan a las autoridades chinas.
En 1898, el Reino Unido anexa a Hong Kong la península de Kowloon y los llamados «Nuevos Territorios», “concedidos” por China a título de «alquiler» por 99 años.
El gran descontento suscitado por esas imposiciones llevó, a finales del siglo 19, a una rebelión popular, el llamado «Levantamiento de los bóxers». Contra esa rebelión interviene un cuerpo expedicionario internacional de 16 000 hombres, bajo las órdenes de militares británicos, en el que también participa Italia [al igual que Francia. Nota de la Red Voltaire.].
El cuerpo expedicionario extranjero desembarca en Tianjin –en agosto de 1900– y saquea Pekín y otras ciudades chinas, destruyendo a su paso numerosas localidades y masacrando a los habitantes. Posteriormente, en 1903, el Reino Unido se apodera del Tibet y en 1907, la Rusia zarista y Japón se reparten Manchuria.
En la China reducida a una situación colonial o semicolonial, Hong Kong se convierte en la principal puerta de todos los tráficos basados en el saqueo de los recursos y la explotación esclavista de la población. Una enorme masa de chinos es empujada a emigrar, principalmente hacia Estados Unidos, Australia y el sudeste asiático, donde esos chinos sufren condiciones similares de intensa explotación y de discriminación.
Habría entonces que preguntarse, ¿qué libros de historia usan en sus estudios los jóvenes de hongkoneses que hoy piden al Reino Unido que «salve a Hong Kong»?
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